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UN APARATO INFERNAL

Leí por allí, que durante una conferencia sobre las grandes diferencias entre generaciones, un presumido estudiante se tomó la molestia de explicarle a un señor mayor sentado a la par de él, el por qué le es imposible a la Vieja Generación comprender a su Generación:


- "Usted creció en un mundo diferente, realmente casi Primitivo” -dijo en voz lo suficientemente alta para que lo escucharan a su alrededor-.

- "Los jóvenes de hoy crecimos con televisión, Internet, teléfonos celulares, aviones jet, viajes al espacio. Nuestras sondas espaciales han visitado Marte. Tenemos naves con energía nuclear, autos eléctricos y de hidrógeno. Computadoras con procesos de velocidad de la luz… y muchas cosas más".


Luego de un breve silencio el señor mayor respondió diciendo:


- "Tienes razón, jovencito; nosotros no tuvimos esas cosas cuando éramos jóvenes... ¡Por eso las Inventamos!!!

- Ahora, dime arrogante tonto, ¿Qué estás haciendo tú para la próxima generación, si te pasas la vida mirando tu celular."


¡El aplauso fue atronador!


Esto me lleva a ver, que muchas veces somos los padres quienes tenemos la culpa de ese tipo de comportamientos. Les permitimos a nuestros hijos que tengan junto a la servilleta o el tenedor, el celular. Que respondan mensajes de texto mientras comemos, o lo que es más grave, que contesten llamaditas tontas mientras se comparte el almuerzo o la cena en familia.


El celular, se ha vuelto un aparato realmente "infernal", no nos abandona ni un minuto, es más, si por algún motivo dejamos de contestar una llamada o un mensaje de texto, te arriesgas a que el "demandante" ponga una denuncia ante las autoridades como "desaparecida en acción".


Los que ya tenemos cierta cantidad de "primaveras", sabemos que antes del invento del celular, las personas también se comunicaban y las cosas, al igual que ahora, también sucedían a su tiempo. Sin embargo, no teníamos esa angustia de que si salimos de casa sin el teléfono es una tragedia; que si se murió la batería, corremos como locos buscando enchufes, como el que busca Pokemons; es decir, somos esclavos de ese aparatito.


Hagamos familia, compartamos juntos las "idas y venidas" del día. Seguro que todos tenemos algo que contar, así sea que digamos: "hoy no ha pasado nada, ha sido un día tranquilo". Pues mira que bien, no le ha pasado nada y ha gozado de un buen día.


Dejemos el teléfono en el cuarto, vayamos a la sala, al comedor, a compartir con los "nuestros", con nuestra familia, con papá, con mamá, con los hermanos o abuelos, tal vez con algún pariente que esté de visita en casa. Recordemos algo, no somos eternos en esta tierra. Algún día podríamos tener todo el tiempo del mundo para el teléfono, al no tener a nadie con quién compartir.



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