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DUC IN ALTUM! - MAR ADENTRO



Thomas Jefferson fue elegido tercer presidente delos Estados Unidos en 1801. Durante su mandato compró Louisiana a Francia. Se retiró a su vida privada en 1809.


A Jefferson le gustaba escribir sobre temas relacionados con el hombre y por supuesto sobre los derechos de los hombres en su recién independizada nación. Pluma en mano, inclinado sobre su despacho, me lo imagino buscando las palabras adecuadas, para escribir "Los Derechos inalienables de los Ciudadanos". "Entre ellos están la vida, la libertad y la felicidad". Hace una pausa, piensa, borra, y empieza a escribir de nuevo. Estoy equivocado -se dice- la vida y la libertad son verdaderos derechos pero... ¿tenemos derecho a la felicidad?. Así pues decide cambiar la redacción: "entre esos derechos inalienables están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.


Buscar es la palabra que lo dice todo. Jefferson se dio cuenta que la felicidad es como un zorro escurridizo al que se le intenta cazar sin demasiadas garantías de éxito.


Posiblemente Jefferson al escribir estas líneas, estuvo inspirado por otro Tomás, del que fue gran admirador y lector de sus obras y que vivió 500 años antes que él. Me refiero a Tomás de Aquino, quién también pensaba que la felicidad en este mundo sólo s puede conseguir de forma imperfecta y e huidiza.


Santo Tomas de Aquino, enseñaba que todos buscamos el bien. Y la felicidad desde luego lo es. Pero también decía que el Bien Absoluto, Dios, está más allá de las criaturas, y por eso cualquier bien que busquemos, incluida la felicidad, está condenado a ser parcial. Solo lo veremos realizado del todo en la otra orilla.


Estamos hechos para la felicidad como los barcos lo están para navegar. Sin embargo nuestras embarcación es frágil y en muchas ocasiones hace aguas. Mientras nos adentramos por esos mares buscamos todos los bienes inimaginables, reflejo del único gran bien: amistades, seguridad, éxito, posesiones... Pero todos ellos son temporales. Ninguno nos satisfará por completo.


Al igual que en tiempos de Thomas Jefferson en el siglo XIX, hoy podemos recurrir a los grandes escritos de Santo Tomás de Aquino, del siglo XIII, sus pensamientos siguen siendo actuales.


"Confía en Él, escucha sus enseñanzas, mira su rostro, escucha su Palabra. Deja que sea Él quien oriente tus búsquedas, aspiraciones, ideales y anhelos de tu corazón". (Mensaje de SS Juan Pablo II. Enero del 2005).


La orante unión con Cristo nos ayuda a descubrir su presencia incluso en momentos de aparente desilusión, cuando la fatiga parece inútil, como les sucedía a los mismos apóstoles que después de haber faenado toda la noche exclamaron: «Maestro, no hemos pescado nada» (Lucas 5, 5). Frecuentemente en momentos así es cuando hay que abrir el corazón a la onda de la gracia y dejar que la palabra del Redentor actúe con toda su fuerza: «Duc in altum!» (Cf. «Novo millennio ineunte», 38).










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